Historia

 

Desde un lugar de la nostalgia                

 Corría el año en 1989, la administración de Lic. Raúl Padilla López al frente de la universidad de Guadalajara apenas tenía unos meses de haber iniciado, todavía eran tiempos de ruptura y reacomodos en la máxima casa de estudios de Jalisco. En los pasillos de la preparatoria N°7 se escuchaba el rumor de que 12 años después  de que ésta creó, una nueva escuela se abriría en la Zona Metropolitana de Guadalajara, la pregunta era ¿dónde? ¿Quién iba a ser el director?, ¿habría nuevas oportunidades para los profesores? No pasó mucho tiempo antes de que supiera que el plantel estaría en la cabecera municipal de Tonalá, pero el resto de las incógnitas aún no se despejaban.

               Por fin, un día, en la oficina del Rector me enteré con genuina sorpresa que una enorme responsabilidad me caía encima, la de echar andar la nueva escuela. Contaba solo con el nombramiento, mi aturdimiento por la designación y una enorme incertidumbre ante lo desconocido. La Preparatoria de Tonalá no contaba con un edificio propio, su primera sede fue la secundario Técnica N°56 que en principio nos prestó un salón que le servía de almacén, allí iniciamos las actividades administrativas en el turno vespertino, con la lista de aspirantes que no habían sido admitidos en otras escuelas y  a los que tuvimos que llamar por teléfono o acudir a sus casas para ofrecerles un espacio en nuestra naciente escuela, así logramos conformar cuatro grupos que iniciarían sus clases el mes de noviembre.

              Poco a poco fueron llegando profesores, en su gran mayoría jóvenes entusiastas que recién habían terminado su carrera, otros- los menos- provenientes de otras escuelas y que contaban ya con experiencia en la docencia. La escuela arrancó. Cómo olvidar las noches frías en que sólo se escuchaba el sonido del viento  al terminar las clases y, de vez en cuando, el claxon de los carros a lo lejos, o las primeras reuniones de academia donde unas cuentos soñadores muertos de frio en el invierno de 1989 íbamos construyendo un proyecto educativo nacido de una visión común.

 

 

 

                El reto inicial más grande fue la construcción de un edificio propio que albergara a una matrícula creciente de alumnos que para 1990 de dividía entre la secundaria y la casa de los Artesanos y se distribuían en dos turnos.

              Nos preguntábamos qué hacer para  tener nuestra propia casa la oportunidad llegó de la mano de nuestra inocencia y buena voluntad. El entonces Presidente Carlos Salinas estaría en la colonia Jalisco, en el municipio de Tonalá ¡iríamos a pedirle que construyera nuestra escuela! Nos organizamos con rapidez, cada profesor se hizo carga de un grupo y en tropel nos dirigimos muy temprano a esperar al presidente. Nos acompañaba el Dr. Javier Espinoza de los Monteros al que vecinos de la colonia confundieron con Salinas – por lo peoncito pues, aunque como un metro más alto- y le pedían “¡Un terrenito señor presidente!” provocando las risas de los profesores y alumnos. Entre ires y venires, el contingente estuvo frente al presidente y muy respetuosos formales entregamos un oficio solicitando la construcción ¡eran otros tiempos en verdad! Nuestra sorpresa fue mayúscula cuando la respuesta llegó a la universidad, habían autorizado que se iniciara nuestro plantel.

                  Un años después Salinas volvió y nosotros, ni tardos n i perezosos, fuimos a darle gracias ¡y a pedir el área administrativa y el taller artesanal! De nuevo la respuesta fue positiva, y el taller, de “aéreas arcadas florentinas y su fuente como Dios manda”, como lo escribiera Eliseo Diego- mi inolvidable añorado poeta- , pronto estuvo allí y ahora ¿cómo lo equipamos? Mal lográbamos algo cuando nos percatábamos que todavía nos faltaba tanto...

               Hay incontables cosas que guardo en el repositorio de mis nostalgias… el diseño y aprobación de los propios adiestramientos- diseñados ex profeso con base en la necesidades del municipio,- obstáculo mayúsculo que salvamos con tenacidad, gracia y más de algún arañazo ¡por supuesto!, pero sobre todo con el talento y la férrea voluntad de los profesores que trabajaron en ellos… el primer concurso de oposición  para el ingreso de los nuevos profesores de inglés… las primeras 20 computadoras que se ubicaron en el edificio administrativo porque no había aula disponible… la profunda amargura de una elección sindical de académicos que fue tomada por algunos como una oportunidad de generar grupos de control, provocando heridas que nunca cerraron y que me hicieron perder la esperanza en los procesos democráticos y no dirigidos son posibles… el gran equipo de profesores, administrativos, trabajadores, que hicieron de la Preparatoria de Tonalá un ejemplo en la universidad.

               Y los alumnos… aquellos primeros estudiantes tan cercanos que podíamos llamarles la atención, pero también reírnos junto a ellos en un ambiente de camaradería (aunque me dijeran que me portaba como la madre superiora por exigente y rigurosa, o tal vez por eso me reía más por qué no lo decían en serio ¿ o sí ? ) Tiempo entrañable aquel, aquel, una de las mejores etapas de mi vida. Una escuela nueva es siempre un reto, pero también una fuerte inspiración, de alegría y satisfacción, de sembrar sueños y cosechar esperanzas en jóvenes que seguían el camino recto o de otros que se enderezaban un camino torcido, atendidos por profesores que no escatimaban tiempo, pasión y esfuerzo para cumplir su labor.

Ruth Padilla Muñóz

Revista Destellos No.6 (2009)

Edición Especial